Poeta y educador, creador del Postumismo.
Domingo Moreno Jimenes nació en la ciudad de Santiago de los Caballeros el 7 de enero de 1894, fruto del matrimonio formado por Domingo Moreno Arriaga y María Josefa Jimenes, hija de Juan Isidro Jimenes, quien fuera Presidente de la República Dominicana en 1899 y 1914.
Se inició muy joven en el magisterio, sus primeros versos fueron divulgados en las revistas pagias, Renacimiento y Letras. Tambien anunció en la revista La Cuna de América, el nacimiento del Postumismo, movimiento poético que patentizó, mediante el uso de elementos genuinamente nacionales, el versolibrismo iniciado por Vigil Díaz en la segunda década del siglo XX.
A la cabeza del movimiento postumista Domingo Moreno Jimenes habia revolucionado la poesia dominicana y proclamó...
" Quiero escribir un canto
sin rima ni metro,
sin armonia, sin hilacion, sin nada
de lo que pide a gritos la retorica".
Fundador del postumismo, grupo literario sin tendencia determinada, en cuyo seno se destacó la poderosas individualidad poética de este creador de valores estéticos que ha aspirado a expresar en sus versos las vaguedades del alma contemporánea.
Su extensa obra poética abarca innumerables temas y ha sido ampliamente difundida por todo el país, tanto a través de sus libros como de un largo peregrinaje literario que lo llevó por todos los rincones de la geografía nacional durante medio siglo. Fue la figura más destacada del movimiento postumista y poseyó por muchos años el título de Sumo Pontífice del mismo. Además, contribuyó significativamente a la formación del grupo La Poesía Sorprendida.. Murió en Santo Domingo el 21 de septiembre de 1986.
OBRAS:
Promesa (1916), Vuelos y duelos (1916), Psalmos (1921), Del anodismo al Postumismo (1924), Mi vieja se muere (1925), El diario de la aldea (1925), Canto a la ceiba de Colón (1925) Decrecer (1927), Elixiris (1929), Los surcos opuestos (1931), Sésamo (1931), Días sin lumbre (1931), Movimiento postumista interplanetario (1932), Palabras sin tiempo (1932), Moderno apocalipsis (1934), El poema de la hija reintegrada (1934), El caminante sin camino (1935), América-mundo (1935), Embiste de raza (1936), Nueva cosmogonía americana (1936), Sentir es (la) norma (1939), Fogata sobre el signo (1940), Indice de una vida: Del mar viene todo (1941), Advenimiento (1941), La religión de América (1941), Canto al Atlántico (1941), Poemario de la cumbre y el mar (1942), Evangelio americano (1942), Cuatro (que se yo) estambres (1942), Antología mínima (1943), Exalté el ideal y sufrí ante la vida (1944), Los milenios del tercer mundo (1945), Palabras en el agua (1945), Emociona-damente (1945), Tres pasos en la sombra (1946), Siete vías poéticas (1947), Burbujas en el vaso de una vida breve (1948), Antología poética (1949), Santa Berta y otros poemas (1959), Del gemido de la fragua: obra poética (1975).
Poema de la hija reintegrada
Agonía
I
Hija, yo no sé qué decirte si la muerte es buena o si la vida es amarga; sólo te aconsejo que despiertes, adulta de comprensión más que tu Padre!
II
Hija, ya no habrá oriente ni poniente para tu porvenir: una sábana blanca serán tus días, una sábana blanca será tu pasado y tu recuerdo una estrella que frente a frente me iluminará el porvenir!
III
No sé por qué tu agotamiento me trae una recóndita dicha anegada de lágrimas, que me hace auscultar el corazón de la tarde.
IV
Tu infancia y tu silencio me parecen hermanos.
V
Hija, hazme tomar la resolución de los otros: vuelve mi proa añicos y mi voluntad una piragua; que nada sea mío desde hoy, que no quiera poseer nada mañana; desnudo de bienes y desnudo de virtudes hazme; sin egoísmo de lealtades y sin egoísmo de pureza; hazme entero el milagro de darme todo a los elementos, como si fuera en sustanciación un ser increado!...
VI
Tu vida fue microscópica, pero grande; el segundo de tu existir, eterno!
VII
Hija, cuántas nubes, cuántos pájaros, cuántos horizontes insospechados me abre en el amanecer tu ruta!
VIII
Hija mía, para ti la mañana no será clara ni fresca; verás envuelta el alba en la noche, y las cosas de mayor transparencia tomarán ante tus ojos la actitud de un largo crepúsculo.
IX
En este mundo donde sólo se premia la capacidad de fingir mejor, era justo que llegaras, y después de breves instantes, ya estuvieras confundida con la cal y con la mariposa, con el carbón y con la piedra.
X
¡Cómo me alivianas la sombra, al advertir desde que te dormiste que en mi derredor todo es sombra!
XI
¡Oh tú, que me enseñaste desde que naciste a ver la vida con ojo más sabio y a la humanidad con ojo más triste! Triste, triste; ¿y no es acaso la suprema alegría de los seres mudables el ser tristes? Triste fue la faz de la tierra cuando se desperezó el primer hombre! Triste tiene que quedar la tierra cuando se desentuma en su regazo el último hombre!
XII
¡Oh, tú, que desde que naciste pude decir: boleta de la tumba Oh, tú, que ya crecida pude decir, por tu desvalidez, la preferida mía.
XIII
Por ti quise cambiar y que la fortuna me sonriera; por ti no cambié y la fortuna no me sonreirá nunca!
XIV
Hija, cada vez que examino tu vida me doy cuenta que tú eres como mi vida: una sombra entre dos crepúsculos!
XV
Iba a decir entre dos agotadoras auroras y ya ves, reincindí, sin querer, entre dos crepúsculos!
XVI
¿Por qué tan pura, tan casta y tan leve, te debas parecer al crepúsculo?
XVII
Olvidaba que toda adjetivación es cruel y ruda: Dios dio desnudo a los hombres el verbo, y del lenguaje, sólo debe quedar desnudo el verbo!
XVIII
Toda filigrana de síntesis es una profanación ¿verdad, hija mía? Ya no te puedo buscar sin parcializaciones, sin atributo contingente: ¡serás en mi incompleto nombrar, sencillamente, el vaho de las cosas!
XIX
No te puedo asir con una palabra, y no debe extrañarte, recónditamente, porque estás para mí más alta que la región de las palabras!
XX
Y vuelvo a caer en las comparaciones. ¡Oh, hija, cuán subordinado estoy a la vida!
XXI
Miserable hombre que osa creer que después de la sombra la vida es vida!
XXII
De imperfecciones se forman nuestras excelencias y es toda la existencia del hombre un brazo tendido hacia el turbio por qué de los enigmas!
XXIII
-Tiene el pulso demasiado débil, pero este letargo no es la muerte-. Su médico era mi propia almohada de cabecera y yo quedé perplejo ante su callado sufrimiento y la miseria de la vida!
XXIV
Si fuera bizco de pensamiento y tuviera la boca siempre llena de mentidas palabras; hija, iba a blasfemar por tu dolor... pero, ¡perdona!
XXV
¡Compran caro el suelo donde colocan a los muertos, y ellos son más dueños de la tierra que los hombres que comercian con ellos!
XXVI
¡Al través de los milenios, los hombres son puñados de tierra que se deforman a su antojo!
XXVII
Hija, ya han venido a avisarme que tus pies están fríos. Hija, resígnate a que lo blanco no sea blanco y a que lo negro no sea negro.
XXVIII
Hija, cuán brilla el sol sobre el tamiz de los guayabos, cómo se agiganta la nada sobre la soledad de tu aposento, cómo nace y renace la esperanza por entre los ámbitos de la vida!
XXIX
Tibien la leche, terciada con agua, para si mi chiquitina despierta. Cuídemela hasta que se vuelva esperma como capullo inmortal el cuidado. Ella es carne de mi vida, flor de mi pensamiento, cemento de mi alma.
XXX
(¡Eres, amada mía, como flor del higüero joven, como el azogue del crepúsculo, como la diafanidad de la Naturaleza toda!).
XXXI
No seas padre; sé Hombre, sencillamente. ¡Gira tu vida a tu derredor y que tu amor a una abstracta "Humanidad" no te haga olvidar jamás de que eres Hombre!
No hay comentarios:
Publicar un comentario