La historia es inexorable en sus juicios.
Todos los hombres y mujeres de vida publica si desean dejar un nombre limpio a sus descendientes y ser enjuiciados por la historia con justicia y con honor, mereciendo servir de ejemplos dignos a las generaciones futuras, deben tener mucho cuidado en sus actuaciones, procediendo en todo momento con honradez, con responsabilidad, con respeto absoluto a los derechos de los demás ciudadanos, con una conducta de bien y con el deseo constante de servir a los demás y no aspirar solo a ser servido por los demás.
El juicio critico que uno merece de la posteridad no depende nunca de lo que digan sus contemporáneos, depende exclusivamente de uno mismo.
Pues solo es eterno el juicio de la historia, que se expresa con veracidad y con juicio critico, que la historia y las futuras generaciones honrarán si procedió bien en su conducta , de lo contrario será maldecido si procedió mal en este corto transito por la vida. La excelsitud no se improvisa.
El juicio de la historia es como el camino de las entrañas de la verdad.
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