La Animación sociocultural por ser una actividad social que pretende la participación del colectivo o grupo, requiere de métodos activos, fundados en una pedagogía auto gestionaria y no autoritaria.
Es por ello, que es indispensable en la formación de animadores los mismos métodos participativos, que son los que ellos deberán usar en la realización sus programas socio culturales.
La participación, asociación de esfuerzos, la unión, la identidad, la cultura, el humanismo, la solidaridad, el desarrollo y la alegría son excelentes componentes de una hermosa definición de animación sociocultural.
La participación cultural implica el estar de acuerdo con diversos aspectos de la cultura y poner en acción la voluntad para lograr ciertas metas u objetivos implícitos .
Para los responsables políticos de la acción cultural, la necesidad de promover la participación puede responder a una gran diversidad de propósitos y lógicas de intervención, desde un intento de regeneración de la democracia representativa, hasta la vieja aspiración de potenciar una mayor democracia cultural (aquella que nace de las aspiraciones y prácticas de la gente, y no solo de la difusión cultural de élite).
El diseño de una política de fomento de la participación en el ámbito de la cultura ha de tener en cuenta, sin embargo, la diversidad de lógicas políticas, sociales, estéticas o económicas que inciden en las posibles estrategias del camino a seguir.
Finalmente, en el ámbito cultural, existe otra lógica a tener en cuenta: la del artista y su libertad de creación y de expresión.
El creador no pretende ser democrático cuando propone una determinada obra o manifestación artística.
Además, en general, el artista occidental no considera la creación como un proceso social indisolublemente compartido con la comunidad, sino personal e intransferible, individual, o en algunos casos, fruto del trabajo colectivo de diversos artistas.
De esta forma, gustará o no, recibirá el reconocimiento de los expertos o no, pero no aceptará ninguna votación democrática sobre el valor intrínseco de su obra.
No necesita ni busca este tipo de legitimidad; como máximo se dejará influir por la demanda del mercado o de la administración, ya que normalmente depende de ellas para sobrevivir.
Por su lado, el gestor cultural, como mediador entre el consumidor, el creador y el ciudadano, tiene la difícil labor de vehicular actividades, productos y manifestaciones culturales de lógica diversa.
Atraer público es una de sus funciones, pero programar en función de la detección de necesidades sociales y ciudadanas es otra.
Al mismo tiempo, también a menudo es su obligación ayudar a crecer, desarrollar y hacer viable un proyecto creativo.
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