martes, 14 de agosto de 2007

GESTORES Y / O ANIMADORES SOCIO CULTURALES

La cultura y la educación son manifestaciones humanas y sociales que poseen connotaciones particulares que necesitan tratamientos especiales. La cultura bien entendida, más que el conocimiento específico de las artes, las ciencias y las tecnologías, es el componente fundamental para el desarrollo de una sociedad. Esta consiste, en múltiples formas en que un pueblo establece un sistema de supervivencia y de convivencia social en virtud de dos tipos de conductas en estrecha y constante relación dinámica. La adaptación al medio en que vive y la transformación de ese medio para ponerlo al servicio de los deseos y necesidades humanas. Desde esa perspectiva la cultura abarca las manifestaciones del patrimonio artístico, la lengua, las ciencias sociales, la política, las creencias y un conjunto de expresiones a las cuales el ser humano le confiere un significado. Lo sustancial es que el pueblo sea capaz de expresar sus propios valores enraízados en su condición histórico-existencial y de adquirir la formación fundamental que lo capacite para asumir un rol protagónico en la vida social, cultural, económica y política. La educación es parte de la cultura y la concebimos como un conjunto de mecanismos institucionales, formales e informales que aseguran la transmisión de los valores contenidos en la producción de cultura o saberes de una generación a otra. Es innegable que los componentes culturales, educativos y sociales han ocupado en el ámbito dominicano un espacio de inequívoca marginalidad, han estado subyugados a los modelos de desarrollo economicista y anacrónico. Y con ello en nuestra realidad se agigantan los índices de pobreza crítica con su secuela de descomposición social, etc. La cultura y la educación son ciertamente manifestaciones multidimensionales, sus orígenes, naturaleza y finalidades son sociales, históricas e ideológicas. Nacen en la sociedad, viven mediante los recursos que le ofrece la sociedad y se traspasan de una generación a otra para asegurar el destino de la sociedad. Haciendo un breve ejercicio de recordación histórica, podemos significar que la animación socio-cultural nace en Europa en la década de los años 60 como propuesta de trabajo comunitario. Su esfuerzo inicial era animar al individuo a participar en las tareas del arte, el turismo, la ecología y la educación, así como la recreación, con el fin de llenar las horas de ocio de la población. Años más tarde comienza a pasar algo similar en nuestro país. Con el ajusticiamiento del tirano Rafael L. Trujillo (1961) se generó un gran despertar de la conciencia política de la población dominicana. Esta nueva situación resultó favorable para la creación o formación de organizaciones y agrupamientos gremiales, políticos, sindicales y culturales, siendo los clubes deportivos y culturales las primeras organizaciones en formarse (1962-1963), los cuales rápidamente proliferaron por todos los barrios de la capital y algunos pueblos del interior. Esta estructura de organización popular fue la respuesta espontánea de la juventud inteligente dominicana. Muchos fueron los esfuerzos de los trabajadores de la cultura que a todo lo largo y ancho de nuestra media isla se ocuparon de investigar sobre nuestros valores, registrarlos, preservarlos y enriquecerlos, aumentando así nuestro patrimonio cultural que es la mejor herencia que una generación puede legar a la que sigue. Con el paso del tiempo los activistas culturales planteaban al sector oficial que asumiera la responsabilidad de tutoría que le estaba reservada. Es así como llegamos al feliz y necesario inicio del primer cuatrenio de vida de la Secretaría de Estado de Cultura, que dirige el Lic. Tony Raful, con la responsabilidad de diseñar una política de Estado en materia de cultura, elaborar, sancionar y ejecutar planes de desarrollo cultural, con proyectos y programas de las diferentes áreas, teniendo en cuenta, entre otros fines, principalmente el fomento de la creatividad en todos sus órdenes. La animación está referida a los procesos de comunicación, evaluación y la revisión de las normas establecidas. Estos tres aspectos son básicos, más aún, porque el diálogo permanente en el colectivo grupal es una fuente de enriquecimiento al igual que la evaluación permanente de las acciones, lo mismo que la revisión de si las reglas acordadas grupalmente están siendo cumplidas, o que haya que enmendar. En toda gestión cultural se precisa de mecanismos que posibiliten la ejecución participativa de las diversas tareas. Estos mecanismos están referidos a los equipos de trabajos, a las reuniones y otros medios que se acuerden en atención a las necesidades del equipo grupal, según el carácter en particular. El gestor y/o animador socio-cultural es aquél que contribuye a iniciar, fomentar, proteger, ayudar, promocionar, relacionar, promover, programar, planificar, financiar, gestionar, animar e intercambiar, etc., con participación de la gente. Lo que pretende la animación socio-cultural es descubrir las formas prácticas de enseñar a los sectores populares a estructurar, expresar y dinamizar sus experiencias y pensamientos dentro de un proceso de recuperación crítica de los auténticos valores del pueblo y la devolución sistemática de los mismos al pueblo. Una nueva categoría de animador, administrador o gerente plantea la necesidad de abordar los proyectos culturales de manera intersectorial. Las estrategias deben orientarse hacia el trabajo conjunto con áreas de medio ambiente, juventud, deportes y familia, ya que la realidad se nos presenta cada día más diversa y más compleja, en términos de la búsqueda de soluciones efectivas a la crisis que nos afecta a todos. Generalmente es el animador socio-cultural quien conoce como se desenvuelve la comunidad, cuales son sus necesidades, de ahí la importancia de brindarles las herramientas de trabajo a ese animador que muchas veces es dueño de un conocimiento maravilloso, producto del autoaprendizaje y experiencia. En estos momentos el animador es clave para el desarrollo de la comunidad, un reto impostergable.

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