jueves, 9 de junio de 2011

FEDERICO BERMUDEZ

Federico Bermúdez Y Ortega Nació en San Pedro de Macorís el 29 de septiembre de 1884. Poeta, periodista y profesor.
Desde muy joven mostró su patriotismo al formar parte del ejército que acompañó al General Demetrio Rodríguez cuando éste comandó las tropas jimenistas que penetraron a Santo Domingo desde la región Noroeste del país en 1903.

Quizás la colección más conocida, aunque no necesariamente la más importante, de su creación literaria, sea "Los Humildes" (1916), dada su inclinación a favorecer siempre a los pobres y los más destituidos en la sociedad en que le tocó vivir. Alcanzó el encomio de la crítica.

Combatió, por medio de la oratoria y la poesía, la primera intervención militar norteamericana al territorio nacional.

Fundó, junto con Felipe Martínez, la primera escuela primaria petromacorisana. Ocupó las posiciones de Regidor y Secretario del Ayuntamiento de San Pedro de Macorís, Secretario de la Intendencia de Educación de la zona Este de la República y Presidente del Ateneo de Macorís.

Colaboró con las principales publicaciones de su época, entre ellas: La Cuna de América; Renacimiento; Letras; Su poemario Los humildes situó entre los pioneros de la poesía social en la República Dominicana y como el más notable poeta político de la segunda mitad del siglo XX.

En suma, toda su obra respira una honda simpatia por los que sufre, por los que ganan el pan con el sudor de la frente, por las familias humides y por las clases desamparadas.

Murió en San Pedro de Macorís el 3 de abril de 1921. Al momento de su muerte tenía 36 años de edad.

A LOS HÉROES SIN NOMBRE

Vosotros, los humildes, los del montón salidos,

heroicos defensores de nuestra libertad,

que en el desfiladero o en la llanura agreste

cumplisteis la orden brava de vuestro capitán;

vosotros, que con sangre de vuestras propias venas,

por defender la patria manchasteis la heredad,

hallasteis en la lucha la muerte y el olvido:

la gloria fue, absoluta, de vuestro capitán.

Cuando el cortante acero del enemigo bando

cebó su torpe furia en vuestra humanidad,

y fuisteis el propicio legado de la tumba,

sin una cruz piadosa ni un ramo funeral,

también a vuestros nombres cubrió el eterno olvido:

¡tal sólo se oyó el nombre de vuestro capitán!

Y ya, cuando a la cumbre de la soñada gloria

subió la patria ilustre que fue vuestro ideal,

en áureos caracteres la historia un homenaje

rindió a la espada heroica de vuestro capitán.

Dormidos a la sombra del árbol del olvido,

¡quién sabe en dónde el resto de vuestro ser está!

Vosotros, los humildes, los del montón salidos,

sois parias; en la liza, con sangre fecundáis

el árbol de la fama que da las verdes hojas

para adornar la frente de vuestro capitán...

No hay comentarios: