La literatura posterior a la muerte de Trujillo responde a necesidades emergentes dentro de un clima de renovación y cambios en el que germinaron grandes esperanzas destinadas a convertirse en grandes frustraciones. Hoy resulta claro que no podía ser de otra manera. El proceso de transformación se operaba a nivel epidérmico, no en la estructura real de la sociedad.
En ese mismo sentido, la literatura en la guerra de Abril de 1965 expresaron la indignación de nuestro país ante la segunda intervención norteamericana del siglo XX.
Miguel Alfonseca Nació en Santo Domingo en 1942, comenzó escribiendo poemas pero al igual que a los de su generación derivó hacia la narración debido a una confusión teórica que partía del hecho de que la literatura comprometida con los deseos de liberación política del pueblo, la prosa se acercaba mas a ese parecer ideologíco.
Este realizó sus estudios en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Posteriormente se dedicó a la docencia impartiendo la Cátedra de literatura. Perteneció a la generación de los Independientes del 60 en la Literatura de la República Dominicana.
Junto a René del Risco Bermúdez, Armando Almánzar e Iván García inician en los 60 el grupo cultural «El Puño» , el cual fue un grupo de narradores que deseaban introducir República Dominicana las últimas técnicas de la narrativa continental.
Su primer libro, Arribo de la luz, es dedicado a los mártires del Movimiento de Liberación Dominicana, caídos en la expedición del 14 de Junio 1959 durante el desembarco de Constanza, Maimón y Estero Hondo.
Coral sombrío para invasores, llamó la atención en medio de la prisa y de los ideales atropellados de una generación sin salida. Una generación pedía a gritos libertad, libertad que Alfonseca finalmente alcanzaría en la Vida Filosófica Hermética, por la cual renunció a la vida publica.
Estos textos poéticos, " Arribo de la Luz" y " Coral Sombrío para Invasores" fueron parte del repertorio del grupo de poesía coreada UASD.
CORAL SOMBRÍO PARA INVASORES
Morirán sin los abetos de Vermont.
Morirán sin los grandes pastos rizados por el viento,
sin los frescos terrones de California la cordillera del Oeste,
donde el cielo es un pálido patriarca en mansedumbre.
Morirán sobre una tierra que no es suya,
entre unos hombres de distinta lengua,
ojos diferentes y distinto corazón.
Porque son invasores.
Destrozan nuestros niños
y aullan las raíces del planeta.
Matan nuestras madres
y el mundo gime pateado en los ovarios.
Morirán sin la sana harina del labriego
cocida en el fuego saludable de los árboles.
Morirán sin los cánticos de la campiña,
sin la ronda amorosa de la escuela,
sin el jubileo de los pájaros en la ventana
cuando la edad sitúa el mundo lejos,
en el marco de madera tibia labrada con las manos.
Morirán sin el cedro, sin el olmo, sin el roble,
que escucharon el vagido de su nacimiento.
Porque son invasores.
Porque matan al hombre que defiende su heredad,
la tierra en que nacieron sus padres
y murieron,
la tierra en que nacieron sus hijos
y morirán.
Porque vienen sin el amplio corazón de Lincoln.
Morirán lejos de los grandes bosques de Oregón
donde el aire es una canción silvestre.
Morirán sin los dulces brazos de sus ríos,
sin las cálidas palma de sus madres,
sin los besos temblorosos de la amada,
sin la risa de sus hijos.
Porque son invasores.
Porque no defienden su patria
sino que agreden la nuestra.
Patria pequeña de tierra.
Patria inmensa de hombres.
Porque vienen a enterrar
el alba que subimos con huesos y con sangre
con pólvora y con llanto
y con amor.
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