El día 28 de abril, día de luto, día de ira, día de lágrimas, las botas norte americanas mancillan el noble suelo dominicano. Una ola de protestas se agiganta en el corazón del dominicano de principios y explota en los labios y en los fusiles y en las ametralladoras.
Rafael Brache, embajador dominicano ante el consejo de seguridad de las Naciones Unidas, dice en la sección del 19 de mayo de 1965: “La República Dominicana es un país pequeño en territorio, pero sus reservas espirituales son inagotables, para nosotros, los dominicanos que vemos a nuestra tierra con los ojos del alma, al contemplarla hoy pisoteada injustamente se nos acrecienta el deseo de defenderla y protegerla con tesón. Jamás nos ha faltado la fé en el porvenir de esta tierra inolvidable, porque sus hijos, los dominicanos sienten por ella un amor fiero y santo, y nunca aceptaran verla dominada por las fuerzas foráneas. El gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, se ha perdido el respeto a si mismo y ha perdido el derecho de hablar en nombre de la democracia y de la verdad".
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